Es un pueblo que vive encaramado en la pendiente de la montaña. No quiso disfrutar de la cómoda llanura ni de la fértil ribera. Antes prefirió la compañía de Peña Escrita y Peña Santa Lucía, los dos macizos rocosos que dominan sus alturas y que conceden a esta localidad una belleza rotunda y primitiva.
El pueblo está construido en graderío, debido a la difícil orografía que lo asienta, y guarda las esencias de los pueblos de montaña. Además de la arquitectura popular, destaca en sus construcciones la piedra negra que tanto abunda en Valle Estrecho. La iglesia de San Cristóbal está apartada del casco urbano y se asoma a las laderas que conducen a San Martín y Rebanal. Es un edificio sencillo adornado con espadaña románica. El retablo mayor es barroco, con un cristo crucificado del siglo XVII.
En las peñas que rodean a Santibáñez existen gran cantidad de cuevas, como las del Palomar, los Moros o los Ángeles. Estas cavidades, algunas visibles desde la carretera, confieren al lugar un aspecto aún más sugerente. Siguiendo la carretera cuatro kilómetros, en dirección a La Lastra, se encuentra el mirador del Alto de la Varga (1.413 m). Desde allí puede observarse todo el Valle Estrecho y también las cumbres de Fuentes Carrionas.